lunes, 29 de noviembre de 2010

She's Lost Control

Originalmente había dibujado una historieta con este título, bah, en realidad se llamaba "Ella perdió el control", pero me pareció que la anécdota que os voy a contar es de tal extravagancia y riduculez que amerita perfectamente este nombre.
El sábado pasado tuve el cumpleaños de mi amiga Lola, que es divina, copada, y todo el mundo la quiere, por lo tanto sus fiestas siempre crean gran expectativa y suelen estar colmadas de gente, drogas, alcohol y del inalterable producto de estos tres factores: felicidad. Gran emoción gran, tenía ganas de una buena noche de joda, y aprovechando que estaba al pedo ese día fui y le compré un lindo regalo, y a mí, un lindo vestido para usar esa velada (y un pullover y otro vestido y un par de accesorios, porque sí). Después volví a mi casa, me di un baño de inmersión, y me dispuse a arrancar. Me tomé el 168, colectivo que ODIO, siempre está lleno de pendejos gritando que salen de la matiné en Ku y de modernos odiosos yendo a Niceto, pero no me importó, porque yo iba al súper cumple de Lola.
Cuando llegué todavía era temprano, no había mucha gente. Charlé con un par de amigos y conocidos buena onda, y tuve la suerte de recibir una buena noticia que me alegró la noche más aun. Conforme fueron avanzando las horas, el lugar (que era la casa de la abuelita de Lola) se fue llenando de personas, todos amigos de la cumpleañera, o amigos de amigos. Los franceses y yo dimos buena cuenta del fernet, y para las 3 de la mañana ya tenía un pedo tricolor y un enchastre de cerveza en el vestido nuevo (lo cual no podía importarme menos, ¡qué bien la estaba pasando!). Me quedé rancheando en la cocina con "los franceses" y "los lanuseros". Un rato antes uno de los lanuseros se había boxeado con otro amigo de Lo, no entendí por qué, no porque fuese muy complicado de entender, sino porque no entendía nada. Para que se entienda mejor:

(Eso que parece una calabaza es una calabaza)

Volviendo... En un momento dado me percato que hay un pibe muy raro al lado nuestro. Interrogo al francés Jonas con la mirada, como diciendo "Che... ¿Qué onda?", y él me devuelve una expresión de duda y sospecha. El pibe era muy petiso, debía medir 1,50, quizás un poco menos, estaba todo vestido de negro, tenía una remera de Lacrimosa, una mochila de no me acuerdo qué otra banda (mochila de esas que usábamos cuando teníamos 14 años y queríamos que todo el mundo supiese que éramos re capos y escuchábamos lo que fuere) y, por sobre todo, estaba totalmente solo, y llevaba un buen rato parado ahí sin hablar con nadie. Un poco desconcertados volvimos a dirigir nuestras miradas hacia este peculiar individuo, y ¡qué buen momento elegimos para hacerlo!, en ese instante el chabón se metió la mano en el bolsillo y sacó, no una navaja, no un revolver para matarnos a todos, sino el control remoto de la televisón, y se lo volvió a guardar. Jonas y yo nos miramos con expresiones de sorpresa solo representables a través de un emoticón, el cual no poseo. Era una situación muy confusa: primero, porque estábamos los dos muy pasados como para poder hacer algo al respecto, y segundo porque ¡¡NO PODÍA SER que el bepi tuviese el control remoto en el bolsillo!! ¡¿A quién carajo se le ocurre?! Después de preguntarnos mutuamente "¿Pero vos VISTE ESO?" una y otra vez, yo le dije que había que hacer algo, lo cual era cierto... pero ¿qué? No es que te puedas acercar a una persona en una fiesta (menos si es un flaquito turbio) y decirle "Che... dame el control remoto", y, por otro lado, realmente no podía, la situación me había generado tal ataque de risa que era incapaz pronunciar una oración entera. En ese momento pasó un ser con quien si puedo evitar cualquier tipo de contacto, lo evito, pero las circunstancias me superaban, lo agarré y le dije "JAAJAJAJAJA MNESE TIPOJAJAJAJA MNIENE JAJA EL JAJA EL JAJAJA EL CONT CONTROL JAJAJAJAJAJAJA REMOTO EL CONTROL REMOTO JAJAJ NELSOLBLISLLO!!!!". "¿Qué?", me contestó. Ahí junté más fuerzas que Gokú para hacer una genkidama y logré articular rápido y por lo bajo, antes de tener otro ataque de risa "elchabónesetieneelcontrolremotoenelbolsillo". Obviamente mientras lo decía escuché lo ridículo que sonaba, por lo que la respuesta "No flasheés" no fue una gran sorpresa. Insistí: "No, man, en serio, EN SERIO, y estoy demasiado del orto para hacer algo al respecto, ¡hay que decirle a alguien!" Ahí no vi exáctamente qué sucedió, cómo esta persona vio el susodicho objeto en posesión del darki, pero lo vio, y me dijo "BOLUDA, TENÉS RAZÓN". "¡TE LO DIJE!". "SÍ, SÍ, NO LO PUEDO CREER". "¡Hay que hacer algo -dije- andá a decirle a alguien!". Así, partimos por rumbos separado en misión de advertirle a alguien que pudiese intervenir. Se lo comuniqué a uno de los lanuseros, pero no pasó nada, también se lo dije a una amiga de Lola, su respuesta fue "si te lo cogés usá forro". Claramente gente, drogas, y alcohol estaban probando ser directamente proporcionales en conceptos de diversión y karma. Finalmente, parada en la puerta de la cocina, vigilando que el man no se las tomara (aunque realmente mucho sentido no tenía, puesto que el tipo no se movía de su spot autista), logré asirme del brazo de un buen muchacho llamado Joe Adler, y haciendo un esfuerzo brutal le comuniqué la situación. Aunque sorprendido, me creyó lo que le decía, y fue el único que tomó cierta iniciativa al respecto. No nos daba la cara para ir y preguntarle, especialmente a mí, porque supuse que iba a decir que no tenía nada y yo iba a quedar como la peor barrileta de todas. Al pasar un amigo de Joe, éste le dijo bien fuerte y audible: "Che, man, ¿no viste el control?". "¿Eh?". "Está faltando el control remoto de la tele". "¿De qué hablás, boludo?". "Nada...", dijo Joe desilusionado al ver que su plan no había funcionado. Breves instantes después pasó una amiga suya, a la cual le pidió que fuese a preguntarle al pibe si tenía el control remoto y la chica accedió sin chistar, claramente pensando que era una joda. Nosotros observamos a cierta distancia como gesticulaban. Ella hizo señas de "¿Me das el control remoto?" y él (inesperadísimo) sonrió e hizo señas de "Sí, tomá" y se lo dio. La piba volvió que no entendía nada y me dio el control a mí. Yo en ese momento ya estaba en el Nirvana de la ridiculez y no podía entender que eso estuviese pasando. Joe y yo nos sentíamos los héroes de la fiesta, pero no se acababa ahí, ahora había que hacer echar al pibe, que NO SE HABÍA MOVIDO DE SU LUGAR, sino que seguía vegetando en el mismo rincón de la cocina, como si nada hubiese pasado. Obviamente nadie quería armar quilombo, porque no querían arruinarle el cumpleaños a Lola yéndose a las manos, de nuevo... Así que empezaron a rajarlo bien, tranca, pero dándole a entender que se fuera, y el tipo no se iba. Y no se iba. Los pibes empezaron a plantarse, a insistir de a más, y más fuerte. El petiso estaba aterrorizado, todo el tiempo hacía el ademán de plantarse pero sabía que si movía un dedo lo cagaban a manos. Veinte minutos discutieron, hasta que en un momento el pibe medio se le fue al humo a uno y al ver que todos amagaban con avalanzársele... Se puso a llorar. Yo no lo podía creer, Dios, cómo me hubiese gustado estar sobria para ver eso. La gente empezó a hacer presión detrás del principal interlocutor, y de apoco lo fueron arrinconando contra la puerta hasta que lo sacaron. Yo devolví el control... ¿Devolví el control? Faaa... Ahora que lo pienso, no tengo la más puta idea de qué hice con el control... Mis disculpas a la abuela Marta.
A las 6:30 de la mañana, horario de mi partida el conteo final era:
Número de idas a las manos: 1 1/2
Número de controles remotos robados y recuperados: 1
Número de celulares, billeteras y documentos faltantes: 1
Número de personas expulsadas del recinto: 3 o 4
Número de lámparas destrozadas: 1
Número de personas que seguían ahí a esa hora: como 20
Número del colectivo que me tenía que tomar: 168
Número del colectivo que me tomé: Taxi, no hubo otra.
Número de botellas de alcohol vacías: Math error

Lola, amo tus fiestas.